Máñana intentaré dejar de polvearme las mejillas.

Grande y jugosa recompensa a quien me encuentre este libro o me acerque lo más posbile a él. Lo prometo. En efectivo o en especie, yo sabré corresponder (esta promesa empieza a darme miedo).

Es un juego entretenido eso de darle nombre a todo. Más que entretenido, morboso. Incluso lo que escribo pertenece a esa esfera de palabras que pretenden distinguirme de cualquier otro animal. Este lenguaje que me define, que me sofistica como especie, es el mismo paradigma que me condiciona y me limita; el mismo también, en el que fundamentamos nuestra superioridad y nuestra ignorancia.

Instrucciones para un autoeñgaño

1. Esfuérzate en sostener una imagen de estabilidad nacional en el medio internacional, aunque la ingobernabilidad se vislumbre en las calles.
2. Declara que estás en toda la disposición de dialogar con representantes estudiantiles y a la vez reprime toda manifestación de protesta.
3. Enfrenta las fuerzas estudiantiles con las del gobierno como si se trataran de dos iguales.
4. Fractura la confianza en los derechos de libre expresión y agrupación de estudiantes y trabajadores.
5. Combate con violencia una manifestación pacífica y solidaria de los estudiantes.
6. Sofoca las protestas contra el autoritarismo gubernamental con persecusiones, secuestros, torturas y asesinatos.
7. Permanece en silencio frente a un un hecho que ha dejado una enorme cantidad de muertes y heridos, nunca des cifras ni asumas responsabilidades.

La masacre estudiantil de 1968 representa uno de los episodios más trágicos de la historia reciente de México. En la actualidad, aun existen numerosos casos de desaparecidos sin aclarar, quedando impunes los crímenes que se hayan cometido.

No encontré mejor oficio que leerte siempre y cuando me lo pidas de rodillas y me ofrezcas dos o tres lagrimillas.



Dedicado a la basura que a veces he tenido que leer.

Las lecturas, siempre, son un sol con los ojos vendados. Como si el sol se encandilara al voltear hacia nosotros. No es posible definir quén lee a quién: si es que yo doy vuelta a la pagina o es ella la que parpadea.

Me refiero al preciso instante en que leemos un punto final.

El instante mismo en que levantamos la vista o la mantenemos fija en la ingrávida concentración de tinta que aparece ante nuestros ojos como un punto.

Me refiero al dolor de cabeza, a la congestión estomacal, al vacío o a la euforia.

A todo eso que desaparece con el final de una lectura, y a todo lo que permanece como lapidaria sentencia de muerte.

Milagros o regodeos de poder.

En las profundidades de un cuento jamás contado respira un lagarto. Un lagarto como el que todos podemos imaginar pero que nadie es capaz de nombrar. Su nombre ni él mismo lo sabe, pero sabe que algún día alguien habrá de decírselo. Yo tampoco tengo nombre, le dije, me dijo que no necesitaba consuelos. Me avergonzé. Se dio la vuelta para alejarse, había algo escrito detrás de su cabeza. Decía Borges. Borges. Instintivamente toqué la parte trasera de mi cabeza. Mi nombre.

¿Y qué de raro tiene que amarremos las agujetas de un zapato a las del otro, y prentendamos montar una bicicleta?

Eso es estudiar literatura. Eso y nada más.

...porque si te encuentro te mato.